Bajo el título La luz que captura el deporte se esconde el origen etimológico y semántico del término “fotografía”, disciplina decimonónica formada por dos palabras de origen griego: φως (luz) y γραφη (escritura). Podemos decir, pues, que la noción de fotografía contiene en sí misma el concepto de escribir o dibujar a partir de la luz. Si a esa idea le añadimos que la fotografía proporciona el milagro de plasmar en un espacio y un tiempo concretos una parte de nuestra vida, extraeremos que recrear momentos de las personas que practican algún deporte significa escribirlos a través de la luz.
La práctica deportiva puede resultar una herramienta para divertirse, para disfrutar de la naturaleza, para compartir con los demás momentos de esfuerzo y superación, y para poner en práctica la máxima -también griega- del “conócete a ti mismo”.
La luz que captura el deporte intenta comunicar estas sensaciones mediante la representación de personajes anónimos que encuentran en el deporte la máxima revelación de sí mismos. Y ante la imposibilidad de desvincular el individuo de la acción que realiza, cada fotografía que ilustra un instante de tensión deportiva adquiere sentido con el retrato de su protagonista. Expresando, así, lo más íntimo que tan sólo una imagen es capaz de capturar.